domingo, 22 de abril de 2007

¿Tendra la UNASUR suficiente energía?

El pasado 16 de abril, las 12 naciones suramericanas celebraron, en Venezuela, la primera cumbre energética de la región. Allí, la denominada Comunidad Suramericana de Naciones-CSN, pasó a renombrarse Unión de Naciones Suramericanas – UNASUR. No se trata sólo de un cambio de nombre pues incluye una estrategia: apalancar la integración de la región a través de los acuerdos energéticos.

Esto no es nuevo en la historia. Es bien sabido que el antecedente de la actual Unión Europea, se encuentra en la Comunidad Europea del Carbón y del Acero – CECA (1951). El carbón representaba, para la época, el recurso energético clave de la región, así como el acero era un insumo central para su reconstrucción e industrialización. Posteriormente la integración europea se fue ampliando, profundizando el campo comercial y adquiriendo componentes políticos, hasta constituir la figura actual.
Como contraparte, tenemos el ejemplo de la Comunidad Andina de Naciones –CAN la cual, aún contando con importantes recursos energéticos, no utilizó este capital de manera efectiva para impulsar su proceso.

UE y CAN sirven de ejemplo y contra-ejemplo, de cierta hipótesis de integración: los acuerdos comerciales constituyen una vía efectiva para establecer relaciones entre agentes de diferentes países; una vez establecidas estas relaciones, resulta provechoso regularlas y complementarlas a través de acuerdos políticos.
La primera cumbre energética suramericana, refuerza la hipótesis: transcurrió sin mayores inconvenientes, aún cuando existían dos temas sensibles. Primero, la diversificación energética: se propuso buscar acuerdos tanto en el campo de los hidrocarburos (gas y petróleo) como en el de los bio-combustibles (el etanol es un tema de importancia para Brasil y Colombia). Segundo, las diferentes orientaciones políticas: en repetidas ocasiones se señaló la conveniencia de los acuerdos comerciales “más allá de las diferencias ideológicas”.

Sin embargo, el proceso hasta ahora empieza, y no se puede afirmar que transitará sin inconvenientes. Al respecto, cabe anotar un comentario a la hipótesis anterior. Los acuerdos comerciales no están tan desprovistos de elementos políticos como, a primera vista, se cree. Si bien su núcleo son discusiones técnicas, requieren del impulso y el aval de actores políticos. Esto es particularmente relevante en el contexto suramericano, dado su actual abanico de orientaciones políticas, por supuesto, mayoritariamente de izquierda. Un tema central será la definición de los agentes que explotarán los recursos energéticos. ¿Qué tanto participaran los Estados a través de sus propias empresas? ¿Hasta qué punto el sector privado tendrá protagonismo? No es un tema fácil. Existen movimientos recientes de Venezuela y Bolivia, hacia un mayor control del Estado de los sectores dinámicos en sus economías. También existe el convencimiento de otros países, como Colombia, en las ventajas de la participación privada. En esta clase de asuntos se verá qué las “diferencias ideológicas” no son algo del “más allá”.

Dados los beneficios que los acuerdos energéticos pueden traer, tanto en el plano económico, como en procesos más amplios de integración; esperamos que el proceso que acaba de iniciar continúe en un marco de fuerte deliberación para que la UNASUR no pierda toda su energía inicial.

No hay comentarios: