viernes, 23 de marzo de 2007

Los límites temporales frenan los efectos del personalismo

En la columna anterior me enfoqué en la promulgación de una nueva constitución como estrategia efectiva, seguida por los presidentes andinos de izquierda para ganar gobernabilidad y apoyo de sus respectivos pueblos. Mencionaba, además, que tal estrategia abría la puerta a la introducción de mecanismos que favorecen la concentración del poder por parte del ejecutivo, en mi opinión, en detrimento de una institucionalidad más amplia. En esta ocasión, quisiera centrarme en uno de esos mecanismos en particular: el periodo de mandato. Abordar este aspecto, permite incluir al presidente colombiano Álvaro Uribe dentro del análisis.

Hay tres figuras que permiten prolongar el periodo de un mandatario. La primera es la ampliación del periodo como tal. Hugo Chávez recurrió a esta figura ampliando el periodo de mandato a 7 años. La segunda es la reelección inmediata; esta figura no existía en la anterior constitución venezolana, tampoco existía en la constitución colombiana hasta el acto legislativo 02 del 2004. El hecho que este último acto se elaborara durante el periodo de mando de la misma persona interesada en su reelección, es más que indicativo del carácter y trasfondo personalista de la medida. La tercera figura, más sutil, se encuentra en las elecciones convocadas después del proceso constituyente. Funciona así: una vez sancionada la nueva constitución se convoca a elecciones generales, en ellas no solo se permite la participación del presidente en ejercicio, sino que, además, no se tiene en cuenta el tiempo que tal mandatario ya lleva en el cargo. De esta forma un presidente, si es elegido nuevamente, gana aproximadamente un año más de mandato (que corresponde al periodo en el que se realizó el proceso constituyente). Tal situación se presentó en Venezuela durante 1999, y, en la actualidad hace parte del debate público sobre la constituyente en Bolivia.

Los estudios de caso sobre mandatarios (no necesariamente nacionales) en la región, han demostrado que, en determinados contextos, los personalismos funcionan como motor de cambios políticos favorables. De esta forma, figuras públicas, que operan como líderes carismáticos, han logrado impulsar agendas innovadoras -o que tenían fuertes restricciones por parte de grupos de poder político o económico- que redundan en el bienestar de la ciudadanía en general. Sin embargo, la situación se complica cuando los límites temporales al mandato no son claros, o se modifican constantemente. Que es precisamente lo que sucede con las figuras expuestas más arriba sobre la prolongación del mandato. El razonamiento es el siguiente, los límites temporales permiten que determinadas políticas se independicen de la persona que las impulsa y entren en la agenda institucional –por ejemplo, de la percepción de políticas de X alcalde, se pasa a la percepción de políticas de la alcaldía como institución. El punto clave es reconocer que la continuidad de medidas exitosas es posible sin que sea la misma persona la que las ejecuta; de hecho los cambios de mandatarios permiten complementariedad en los programas de gobierno. Las estrategias para ampliar o incluso eliminar esos límites, son nocivas, puesto que no permiten tal independencia.

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